noviembre 4, 2025

Por: Huarachín

Una reflexión entre nazismo y sombrerosEn 1943, mientras el mundo se desangraba en su Segunda Guerra y Alemania se hundía en el delirio totalitario, el pastor luterano Dietrich Bonhoeffer escribió una serie de reflexiones que resultarían tan punzantes como atemporales.

Aislado en una celda por oponerse al régimen de Hitler, el teólogo alemán elaboró lo que hoy conocemos como la “Teoría de la estupidez”, una advertencia ética, política y —si se me permite— profundamente vigente.

Ochenta años después, sin pretender comparar genocidios con eséctáculos mediáticos, pero con una ironía necesaria para no perecer en la desesperanza, asistimos a una versión tropicalizada de aquel fenómeno en Uruapan: Carlos Manzo, autodenominado “alcalde independiente” y seguido por sus partidarios como un “influencer de la política”, rindió su primer informe de gobierno.

Un acto más cercano al marketing de redes que al ejercicio de rendición de cuentas.Yo, que confieso haber intentado escuchar su discurso, reconozco que abandoné la tarea a los diez minutos.

No por falta de tiempo, sino por respeto a mi salud intelectual. En cambio, presté atención a la valiente intervención de la regidora de Asuntos Indígenas, Alondra Ciprés Castillo, quien —en un gesto de admirable dignidad— contradijo el guion optimista del presidente municipal.

Su voz fue interrumpida por el inconfundible sonido de los “grupos de choque” disfrazados de pueblo: rechiflas, consignas, porras coreografiadas.

Ante la petición de orden por parte de la oradora, el alcalde del sombrerón —que gusta de posar como demócrata pero gobierna como influencer— respondió con sorna: “La expresión del pueblo no se puede silenciar”. Brillante.

Sobre todo viniendo de quien ha etiquetado como “chayoteros”, “huevones” o “hijos de la chingada”, a todo aquel que no aplaude sus ocurrencias con fervor de fanático.

La renuncia a pensar Bonhoeffer planteaba que la estupidez no es una carencia intelectual, sino una abdicación ética.

“Es más peligrosa que la maldad”, escribió, porque mientras el mal puede ser desenmascarado y combatido, la estupidez se blinda con consignas y autoengaños. No piensa. No escucha. No razona. Solo repite.Cuando un individuo se diluye en el “grupo” —nos diría Bonhoeffer— el juicio se entrega al eslogan, la responsabilidad se disuelve en la consigna, y la comodidad de pertenecer a un grupo supera cualquier incomodidad que pudiera provocar la verdad.

No se trata de ignorancia, sino de una entrega voluntaria a la inercia del aplauso.Y ahí aparece el llamado “efecto sombreriza”. Esa forma en que el pensamiento crítico se apachurra bajo el ala oscura de un sombrero, donde la política se hace con filtros de Facebook, en donde disentir equivale a traicionar y, por ende, al castigo de su tirano.

No importa que el municipio esté rebasado por la violencia, la opacidad y la desigualdad. Mientras haya “likes”, todo va bien.La dictadura de lo viral.

Vivimos tiempos en que la popularidad digital suplanta a la legitimidad democrática. En Uruapan, como en otros rincones del país, se gobierna con storytelling, no con políticas públicas. Se responde a la crítica con insultos, no con argumentos.

Se organiza el aplauso, pero no se gestionan beneficios para la ciudad.Y lo más alarmante: amplios sectores de la población aceptan este juego.

No porque no comprendan su gravedad, sino porque han decidido no incomodarse. Porque es más fácil repetir que reflexionar, seguir que cuestionar, compartir un meme que leer un diagnóstico. Porque, como escribió el teólogo alemán, pensar críticamente requiere un acto de valentía que escasea cuando el aplauso es más rentable que la verdad.

La pregunta, entonces, resulta brutalmente sencilla:¿Podremos recuperar en Uruapan —y más allá— una ética pública que no dependa del carisma o de la viralidad de un líder con pies de barro, sino del pensamiento crítico y la responsabilidad ciudadana?¿Podrá el “pueblo” al que se apela tanto —y se escucha tan poco— sacudirse el polvo del dogma y asumir el riesgo de pensar por cuenta propia?Porque, como advirtió Bonhoeffer, la estupidez no se combate con argumentos, sino con liberación interior. Y si algo necesita con urgencia Uruapan, no es un influencer, sino una comunidad que piense, cuestione y, sobre todo, no se rinda al espectáculo.

EpílogoEste artículo no pretende insultar a nadie, salvo a la estupidez colectiva, que es la única que merece nuestro rechazo.

No es una guerra personal contra sombreros, sino un llamado urgente por devolverle a la política su dignidad… Porque si callamos ahora, mañana no será solo Uruapan el que esté en juego.Será nuestra capacidad de pensar y decidir por un mejor futuro.

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